1.7.06

Una carta de Marina

Carta a V.K. Zviaguíntseva y a A.S. Yeroféyev

Moscú, viernes 7/20 de febrero de 1920

Amigos míos:
Tengo una pena muy grande: murió en el albergue Irina, el 3 de febrero, hace cuatro días. Y la culpa es mía. Estaba tan ocupada con la enfermedad de Alia (malaria - con ataques recurrentes) - y tenía tanto miedo de ir al albergue (tenía miedo de que sucediera lo que finalmente acaba de suceder), que deposité mi confianza en el destino.
- ¿Se acuerda, Vérochka, de aquella vez cuando en mi habitación, en el diván, yo se lo pregunté, y usted me respondió "puede ser" - y yo exclamé: - "¡Será lo que Dios quiera!". - Y ahora se ha consumado y no hay manera de arreglarlo. Me enteré por casualidad. Debía pasar a la Liga de Salvación infantil en la plaza Sobáchaya para informarme sobre algún santorio para Alia - y de pronto: un caballo alazán y un trineo con paja -de Kúntsevo- que reconocí. Entré, me llamaron. - ¿Es usted la señora X? - Sí. - Y me lo dijeron. - Murió sin estar enferma, de debilidad. Y yo no fui al entierro - Ese día Alia tenía 40,7 de fiebre y - ¿debo decir la verdad? - sencillamente no podía- - ¡Ah, señores! - Aquí se podrían decir muchas cosas. Sólo diré que es como un mal sueño, y no hago sino pensar que pronto despertaré. Por momentos lo olvido, me alegro de que a Alia le haya bajado la fiebre, o del buen tiempo - pero de pronto ¡Dios mío! - ¡Sencillamente no lo creo todavía! - Vivo con un nudo en la garganta, al filo del abismo. - Ahora entiendo muchas cosas: la culpa de todo la tiene mi espíritu de aventura, mi manera superficial de encarar las dificultades, en última instancia la salud, mi monstruosa resistencia. Cuando para ti es fácil no ves que para el otro es difícil. Y - finalmente - ¡yo estaba tan abandonada! Todo el mundo tiene a alguien: un marido, un padre, un hermano - yo sólo tenía a Alia,, y Alia estaba enferma, y me sumí completamente en su enfermedad - y Dios me castigó.
Nadie lo sabe, - sólo una de las señoritas de aquí, la madrina de Irina, una amiga de Vera Efrón. Se lo dije para que intentara impedir que Vera fuera a visitar a Irina - aquí no hacía más que prepararse para esa visita, y yo ya me había puesto de acuerdo con una mujer para que me trajera a Irina - justamente el domingo.
- ¡Oh! -
- ¡Señores! Díganme alguna cosa, explíquenme.
Otras mujeres olvidan a sus hijos por los bailes - el amor - las ropas - la fiesta de la vida. Mi fiesta en la vida es la poesía, pero no fue por la poesía por lo que olvidé a Irina - ¡no he escrito nada en dos meses! Y - ¡lo más terrible! - que no la olvidé, no la olvidaba, todo el tiempo me atormentaba y le preguntaba a Alia: - "Alia, qué opinas?". Y todo el tiempo quería ir a buscarla, y todo el tiempo pensaba: "En cuanto Alia se reponga, iré por Irina". - Pero ahora ya es tarde.
Alia tiene malaria, con ataques constantes, tres días seguidos tuvo 40,5-70,7, luego cedió la fiebre, luego volvió a subir. Los médicos hablan de sanatorio: es decir - de separación. Y ella vive por mí y yo por ella. Es como un delirio.
Señores, si tuviera que dejar a Alia en un sanatorio, iría a vivir con ustedes, aunque tuviera que dormir en el corredor o en la cocina - ¡se lo suplico! - no puedo quedarme en Borisoglebski, acabaría ahorcándome.
O acéptenme con ella en su casa, en su casa no hace frío, tengo miedo de que también ella muera en el sanatorio, tengo miedo, tengo pánico, ayúdenme.
La malaria se cura con buenas condiciones de vida, ustedes le proporcionarían el calor, yo la comida. Antes de lo que les conté al comienzo de esta carta, había empezado a preparar un libro de poesía (1913-1916) para su publicación - me metí en él hasta la locura - además, necesitaba dinero.
Y he aquí que - todo se vino abajo.
- En estos días vendrá un médico - ¡el tercero! - a ver a Alia. Hablaré con él, si me dice que en condiciones humanas ella puede ponerse bien, tendría una súplica para hacerles: ¿tal vez sería posible conseguir de sus inquilinos el comedor? La enfermedad de Alia no es contagiosa ni es constante y a ustedes no les ocasionaría ninguna molestia. Sé que estoy solicitando una ayuda inmensa, pero - ¡señores! - ¡ustedes me quieren!
Los médicos hablan del sanatorio, porque en mi casa por la mañanas hay 4-5 grados, a pesar de que cuando cae la noche la caliento, y últimamente la caliento incluso durante la noche.
Los parientes de mi marido me ayudarían para alimentarla, y yo vendería mi libro con la ayuda de Bálmont - eso no sería problema. - ¿No han llegado los víveres de Riazán? - ¡Señores! No vayan a horrorizarse ante mi petición, yo misma vivo en el horror permanente. Mientras les he estado escribiendo sobre Alia me he olvidado de Irina, ahora me he acordado de nuevo y de nuevo me siento perdida.
- Bueno, Vérochka, le mando un beso, mejórese. Si llega a escribirme, dirija la carta a: Merzliakoski 16, apartamento 29, V.A. Zhukóvskaya, para (M.I.Ts.) - o - para Marina. No me he registrado aquí. - ¿O tal vez usted, Sáshenka, podría venir a verme? Aunque sé que no le es fácil dejar a Vera.
Un beso a los dos. - De ser posible, no le cuenten por lo pronto nada a ningún conocido común, como un lobo en su madriguera oculto mi dolor, me hace daño la gente.

M.Ts.

1 comentario:

D.L. dijo...

La poesía nace de las experiencias vividas. El horror, la soledad, la angustia...hacen que se alimente ese pequeño gran gusano que corroe al poeta.
Marina es grande.
Muy grande como para morir de una enfermedad.
Conmovedora la carta, dura como la vida.