1.7.06

Boris a Marina / Marina a Boris


De Pasternak a Tsvetaeva

5 de octubre de 1934

Tengo el placer de decirte que trabajo en condiciones imposibles, en las cuales otro se entregaría a la bebida y enloquecería. Digo esto no para ponerme en tu mismo nivel: gano bastante y esto, en comparación contigo, me cierra la boca. Mantengo a todos los míos. Para comer, no nos falta nada, pero un departamento normal, decente, no lo tendré nunca.

Todos se sorprenden y hasta se irritan porque voy de paseo vestido como un miserable, pero no como uno que se dejó estar, sino como alguien que jamás le prestó atención a la ropa. Lo que me perjudica desde el punto de vista práctico. Aquí se ha elaborado un estilo necesario para prosperar, un lenguaje mudo que garantiza el éxito a quien lo usa, y si lo rechazas, se venga de ese rechazo. Uno no se puede limitar a lo necesario, es preciso pedir el doble: entonces te dan cuatro veces lo que pediste. Es preciso amar la radio, los gramófonos, las máquinas de escribir, los armarios americanos, los espectáculos de variedad. Hay que entenderlo.

Pero yo no tengo elección. Las circunstancias me justifican. Probablemente soy un tímido: un ambiente extraño me parece siempre mejor y superior respecto de mí (aun cuando con la razón lo desprecie, físicamente me pierdo en él). Esa es la razón por la que en las fotografías aparezco siempre con el aspecto de un idiota trastornado.


De Tsvetaeva a Pasternak

Julio de 1935

He defendido el derecho del hombre al aislamiento, no en un cuarto, por su trabajo de escritor, sino en el mundo, y no cedo en esta posición. Se me dijo: las masas, yo digo: los solteros que sufren. Si las masas tienen el derecho de autoafirmarse, ¿por qué el soltero no debería tenerlo? Tengo el derecho, ya que dispongo de una sola y breve vida, de no saber qué son los kolchoz, así como los kolchoz no saben quién soy yo. Si se quiere la igualdad, que sea. A mí me interesa todo lo que le interesaba a Pascal, y no me interesa todo aquello que no le interesaba. No tengo la culpa si soy tan franca. No me costaría nada responder, a la pregunta "¿Le interesa el futuro del pueblo?", "Oh, sí". Pero yo respondí: no, porque sinceramente no me interesa ningún futuro, que para mí es un lugar vacío (¡y amenazante!).

Siento vergüenza de defender delante de ti el derecho del hombre a la soledad porque todos aquellos que cuentan han sido solitarios, y yo entre ellos soy la menor. También yo he tenido sentimientos civiles, es decir, heroicos, el sentimiento del héroe, es decir, del fin trágico. No es mi culpa si no soporto el idilio, hacia el cual todo se mueve. Cantar los kolchoz y las fábricas es lo mismo que cantar el amor feliz. No puedo.

* * *
Marzo de 1936

No entiendes nada, Boris (¡Oh, liana que has olvidado el Africa!): eres Orfeo devorado por las fieras; te devorarán, ellas. Ahora te aman todos porque no están Majakovski ni Esenin, tú ocupas un lugar ajeno. Siempre se necesita alguien a quien amar. Pero, ya amándote, ellos se ponen manos a la obra (te despedazan, te recortan a su imagen y semejanza). Las masas no pueden amarte así como tú no puedes amar a las masas porque para ti son el simún o la cosecha, un desastre natural o una obra de bien, o bien ciento sesenta millones de individuos, cada uno de los cuales es una variedad, pero dotada de alma, lo que no constituye una masa.

Para ser honesta, ¿cómo puede la masa ser juez (de tus versos y de ti)? Tú dirás que un país entero constituye una unidad. De acuerdo. Pero en cuanto se manifiesta individualmente, a través de los individuos, es decir, a través de ti o de mí. Yo soy tu juez y nadie más. Juez de tus versos, Boris, es tu conciencia.

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