La de Marina Ivanovna Tsvietáieva es quizá la vida más trágica entre las de sus pares. Y su genial escritura, una de las más difíciles de traducir, por su sintaxis y por la diversidad de estilos y temas que aborda.
En estos años, aparecieron en inglés y francés varias biografías —entre otras, Tsvetaeva, de Viktoria Schweitzer (1992), y Marina Tsvetaeva, l'éternelle insurgée, de Henri Troyat (2001)—. Y en febrero se agregaron, en inglés, Earthly Signs (diarios moscovitas entre 1917 y 1922) y Milestones, diario en verso de 1916.
Tsvietáieva nació en Moscú en octubre de 1892, hija de un profesor y una pianista que murió cuando ella tenía 14 años. A los 18, publicó su primer libro de poesía, Album de la infancia. En 1912 se casó con Serguei Efron, perteneciente a una familia de editores. Tuvieron dos niñas y un varón, pero eso no inhibió los romances de Marina con varias artistas y con un ex oficial del Ejército Rojo. La revolución del 17 encontró a la familia en Moscú; su esposo combatió para el Ejército Blanco y ella permaneció cinco años en la capital sin poder moverse: en esos años, su hija menor, Irina, murió de inanición. En 1922, la familia emigró a Berlín y finalmente París. Su marido comenzó a trabajar para el espionaje soviético. Poco después volvieron a la URSS. El año 1939 fue un vendaval para Marina: supo que su hermana estaba en un campo de trabajos forzados; su esposo fue acusado de "trabajar para fuerzas occidentales" y ejecutado. Su hija Alya fue enviada a un campo, donde permanecería por 17 años. Desahuciada y en la miseria, en agosto de 1941 Marina se quitó la vida. Su hijo Georgy murió en combate en 1944.
En un reciente artículo de The New York Review of Books, a raíz de la edición de sus diarios, el escritor Charles Simic menciona un detalle recogido por V. Schweitzer. Al trasladarla a la morgue, el sepulturero encontró en la ropa de Marina un cuadernito de dos centímetros, con un minúsculo lápiz atado. El hombre guardó su hallazgo por 40 años, hasta que el día de su propia muerte encargó que se lo hicieran llegar a sus descendientes. En las diminutas páginas, una única palabra manuscrita: "Mordovia", el sitio del campo al que había sido enviada su hija.
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