1.7.06
Para Natu
Los cumpleaños también los recuerdo bien: con mi hermana nos festejaban juntas ya que las dos cumplimos en junio. Pero en realidad quiero hablar de lo que realmente extraño: la torta. Mamá compraba los polvos para preparar bizcochuelos de distintos sabores, mi preferido era el de frutilla -que seguro que sabía igual que el de vainilla y sólo variaba el color- Ya no se fabrican más... en fin. Mamá hacía cuatro bizcochuelos y los ponía uno sobre otro unidos con dulce de leche y cubiertos con granas de colores. Yo ansiaba que llegara el momento de apagar las velitas, de que entrara en protagonismo la torta gigante de mamá: limón, vainilla, frutilla y chocolate...
Natu
Para Érica
Johnny Tolengo
Que alegría, que alegría
Ole, ole, ola
Vamos flaco todavía, que estas para ganar
Que alegría, que alegría
Ole, ole, ola
Vamos flaco todavía, que estas para ganar
Con esa pilcha nueva, estas super pintón
Perfume de primera, zapatos de salón
Con semejante facha, tenes todo a favor
Andá afilando el hacha, que estas en ganador
Que alegría, que alegría
Ole, ole, ola
Vamos flaco todavía, que estas para ganar
Que alegría, que alegría
Ole, ole, ola
Vamos flaco todavía, que estas para ganar
Mandate de levante, hoy no tenes rival
Hacete el fascinante, que la rompes total
Tocala de primera, juga de matador
No la tires afuera, estas en ganador
Que alegría, que alegría
Ole, ole, ola
Vamos flaco todavía, que estas para ganar
Que alegría, que alegría
Ole, ole, ola
Vamos flaco todavía, que estas para ganar
Tocala de primera, juga de matador
No la tires afuera, estas en ganador
Que alegría, que alegría
Ole, ole, ola
Vamos flaco todavía, que estas para ganar
Que alegría, que alegría
Ole, ole, ola
Vamos flaco todavía, que estas para ganar
Que alegría, que alegría
Ole, ole, ola
Vamos flaco todavía, que estas para ganar
Que alegría, que alegría
Ole, ole, ola
Vamos flaco todavía, que estas para ganar
Para Pedro
Es menuda como un soplo y tiene el pelo marrón y un aire entre tierno y triste como un gorrión. Le gusta andar por las ramas ir de balcón en balcón sin que nadie le eche mano como un gorrión. Nació libre como el viento no tiene amo ni patrón y se mueve por instinto como un gorrión. Pajarillo pardo en la carrera de San Bernardo dejó su nido seco y vacío quiza algún niño ya lo robó. Pajarillo errante que bebe el agua de los estanques y de mi mano jamás comió. Y no le debe al alpiste su color ni su canción por ahí busca su lechuga como un gorrión. Y le da pena el canario pero no envidia al halcón le gusta volar bajito como un gorrión. Y tutearse con las nubes y dormir en el rincón donde no llegan los gatos como un gorrión. |
Una carta de Marina
Moscú, viernes 7/20 de febrero de 1920
Amigos míos:
Tengo una pena muy grande: murió en el albergue Irina, el 3 de febrero, hace cuatro días. Y la culpa es mía. Estaba tan ocupada con la enfermedad de Alia (malaria - con ataques recurrentes) - y tenía tanto miedo de ir al albergue (tenía miedo de que sucediera lo que finalmente acaba de suceder), que deposité mi confianza en el destino.
- ¿Se acuerda, Vérochka, de aquella vez cuando en mi habitación, en el diván, yo se lo pregunté, y usted me respondió "puede ser" - y yo exclamé: - "¡Será lo que Dios quiera!". - Y ahora se ha consumado y no hay manera de arreglarlo. Me enteré por casualidad. Debía pasar a la Liga de Salvación infantil en la plaza Sobáchaya para informarme sobre algún santorio para Alia - y de pronto: un caballo alazán y un trineo con paja -de Kúntsevo- que reconocí. Entré, me llamaron. - ¿Es usted la señora X? - Sí. - Y me lo dijeron. - Murió sin estar enferma, de debilidad. Y yo no fui al entierro - Ese día Alia tenía 40,7 de fiebre y - ¿debo decir la verdad? - sencillamente no podía- - ¡Ah, señores! - Aquí se podrían decir muchas cosas. Sólo diré que es como un mal sueño, y no hago sino pensar que pronto despertaré. Por momentos lo olvido, me alegro de que a Alia le haya bajado la fiebre, o del buen tiempo - pero de pronto ¡Dios mío! - ¡Sencillamente no lo creo todavía! - Vivo con un nudo en la garganta, al filo del abismo. - Ahora entiendo muchas cosas: la culpa de todo la tiene mi espíritu de aventura, mi manera superficial de encarar las dificultades, en última instancia la salud, mi monstruosa resistencia. Cuando para ti es fácil no ves que para el otro es difícil. Y - finalmente - ¡yo estaba tan abandonada! Todo el mundo tiene a alguien: un marido, un padre, un hermano - yo sólo tenía a Alia,, y Alia estaba enferma, y me sumí completamente en su enfermedad - y Dios me castigó.
Nadie lo sabe, - sólo una de las señoritas de aquí, la madrina de Irina, una amiga de Vera Efrón. Se lo dije para que intentara impedir que Vera fuera a visitar a Irina - aquí no hacía más que prepararse para esa visita, y yo ya me había puesto de acuerdo con una mujer para que me trajera a Irina - justamente el domingo.
- ¡Oh! -
- ¡Señores! Díganme alguna cosa, explíquenme.
Otras mujeres olvidan a sus hijos por los bailes - el amor - las ropas - la fiesta de la vida. Mi fiesta en la vida es la poesía, pero no fue por la poesía por lo que olvidé a Irina - ¡no he escrito nada en dos meses! Y - ¡lo más terrible! - que no la olvidé, no la olvidaba, todo el tiempo me atormentaba y le preguntaba a Alia: - "Alia, qué opinas?". Y todo el tiempo quería ir a buscarla, y todo el tiempo pensaba: "En cuanto Alia se reponga, iré por Irina". - Pero ahora ya es tarde.
Alia tiene malaria, con ataques constantes, tres días seguidos tuvo 40,5-70,7, luego cedió la fiebre, luego volvió a subir. Los médicos hablan de sanatorio: es decir - de separación. Y ella vive por mí y yo por ella. Es como un delirio.
Señores, si tuviera que dejar a Alia en un sanatorio, iría a vivir con ustedes, aunque tuviera que dormir en el corredor o en la cocina - ¡se lo suplico! - no puedo quedarme en Borisoglebski, acabaría ahorcándome.
O acéptenme con ella en su casa, en su casa no hace frío, tengo miedo de que también ella muera en el sanatorio, tengo miedo, tengo pánico, ayúdenme.
La malaria se cura con buenas condiciones de vida, ustedes le proporcionarían el calor, yo la comida. Antes de lo que les conté al comienzo de esta carta, había empezado a preparar un libro de poesía (1913-1916) para su publicación - me metí en él hasta la locura - además, necesitaba dinero.
Y he aquí que - todo se vino abajo.
- En estos días vendrá un médico - ¡el tercero! - a ver a Alia. Hablaré con él, si me dice que en condiciones humanas ella puede ponerse bien, tendría una súplica para hacerles: ¿tal vez sería posible conseguir de sus inquilinos el comedor? La enfermedad de Alia no es contagiosa ni es constante y a ustedes no les ocasionaría ninguna molestia. Sé que estoy solicitando una ayuda inmensa, pero - ¡señores! - ¡ustedes me quieren!
Los médicos hablan del sanatorio, porque en mi casa por la mañanas hay 4-5 grados, a pesar de que cuando cae la noche la caliento, y últimamente la caliento incluso durante la noche.
Los parientes de mi marido me ayudarían para alimentarla, y yo vendería mi libro con la ayuda de Bálmont - eso no sería problema. - ¿No han llegado los víveres de Riazán? - ¡Señores! No vayan a horrorizarse ante mi petición, yo misma vivo en el horror permanente. Mientras les he estado escribiendo sobre Alia me he olvidado de Irina, ahora me he acordado de nuevo y de nuevo me siento perdida.
- Bueno, Vérochka, le mando un beso, mejórese. Si llega a escribirme, dirija la carta a: Merzliakoski 16, apartamento 29, V.A. Zhukóvskaya, para (M.I.Ts.) - o - para Marina. No me he registrado aquí. - ¿O tal vez usted, Sáshenka, podría venir a verme? Aunque sé que no le es fácil dejar a Vera.
Un beso a los dos. - De ser posible, no le cuenten por lo pronto nada a ningún conocido común, como un lobo en su madriguera oculto mi dolor, me hace daño la gente.
M.Ts.
Marina Tsvietaieva
Nadie quizá de modo más significativo que Pasternak recorrió todo el calvario de la literatura rusa durante la era soviética dando pruebas no sólo de su fuerza, sino también de su debilidad, con flaquezas ante la situación histórica antes de un martirio final que fue para él también una apoteosis. Su trayectoria no fue heroica, pero sí límpida en una realidad opresiva que llevó a algunos a una ciega sumisión, mientras que en otros provocó una intrépida resistencia, la negativa a aceptarla y a justificarla.
Más allá de las obras en verso y en prosa, el epistolario de Pasternak abre espacios de visión sobre su vida y su época, como lo muestran dos volúmenes que acaban de aparecer en Moscú y que reúnen sus cartas a los padres y a otros parientes, emigrados a Occidente, y su correspondencia con la poeta Marina Tsvetaeva, a la que Josef Brodski consideraba "la primera poeta del siglo XX" y, en todo caso, la voz más extrema del siglo pasado. En verdad, la primera colección de cartas ya era conocida en el círculo de estudiosos de la obra de Pasternak porque fue editada por los Slavic Stanford Studies y, ahora que alcanza una circulación más amplia, su relectura permite redescubrimientos interesantes, como una carta de 1926, en la que Pasternak, que se sentía ruso cristiano ortodoxo, se queja de su condición de judío: "Un inconveniente bastante serio es haber nacido judío [...]. Tanto valía venir al mundo en la época de los macabeos y aprender la lengua de los camellos y de las palmas y no ?en el corazón de un bosque ruso de abedules´". O, como en una carta de 1933 a los padres, donde, ante el ascenso de Hitler en Alemania y lo que observaba en su patria, comenta, abandonando un poco la cautela dictada por la censura: "Son el ala derecha y el ala izquierda de una única noche materialista".
La correspondencia entre Boris Pasternak y Marina Tsvetaeva es muy rica en novedades, una verdadera novela epistolar, cuya parte central involucra a un tercer personaje, Rainer Maria Rilke, adorado por ambos y ligado a los dos poetas rusos por un río de sentimientos, entre los cuales estaba su amor por Rusia, "tierra limítrofe de Dios", meta de su inolvidable peregrinaje juvenil. Lo que resulta de un intercambio de cartas que va de 1922 a 1936 es una sucesión de acontecimientos de una extraordinaria intensidad. La protagonista de esos hechos es la fuerte Marina. El temple de Rilke (muerto de leucemia en 1926) es demasiado etéreo para esas peripecias y demasiado blanda la "bondad" de Pasternak, hacia la cual Tsevetaeva tendría palabras de amarga dureza en una de sus últimas cartas, en la que denuncia la egoísta elusividad del escritor ruso. Durante esos años, Marina vivió pobremente en Europa occidental, en exilio voluntario, al lado de un marido, como ella, "contrarrevolucionario", pero que después se convirtió en agente de los servicios secretos soviéticos. Con él se repatrió en 1939, dos años antes de suicidarse.
En el magma lingüístico de su prosa, donde resuena el grito de sus versos densos y ardientes como lava, Marina vuelca una energía amorosa ubicua y arrolladora en un vínculo erótico imaginario con los dos ídolos de su alma, Pasternak y Rilke. "La fidelidad como constancia de la pasión me es incomprensible, extraña", decía Marina, capaz de varios amores, pero auténtica en su entrega completa a Rilke, a Pasternak y al marido, Serguei Efron, al que siguió resignada a una patria que ya no era la suya ni siquiera de nombre.
A Rilke, al que nunca conoció personalmente, Marina le podía escribir palabras como éstas: "Rainer, quiero encontrarme contigo [...], quiero dormir junto a ti, adormecerme y dormir [...] Simplemente dormir. Y nada más. No, algo más: hundir la cabeza en tu hombro izquierdo y abandonar mi mano sobre tu hombro izquierdo, y nada más. No, algo más: aun en el sueño más profundo, saber que eres tú. Y más aún: oír el sonido de tu corazón. Y besarlo". En el sueño, y no sólo en la realidad, Marina vivía sus exaltaciones amorosas.
La relación con Pasternak, más larga y directa, fue también más compleja, porque el matrimonio de Boris la convenció de que, aunque predestinados espiritualmente el uno para el otro, la vida privada, además de la pública, los dividía de modo inexorable y fatal. El encuentro de ambos (el "no encuentro", como ella lo llamó) que se produjo en París, en 1935, marcó un límite, más allá del cual la novela epistolar no podía continuar. Pero en sus destinos y en sus poesías, la influencia recíproca fue duradera y en el caso de Pasternak, persistió después de la muerte de Marina, ya que la presencia de ésta en El doctor Zhivago está viva. Más allá de cualquier identificación de un modelo para el personaje de Lara, como Olga Ivinskaja, el último amor de Pasternak, esa presencia es el espíritu rebelde y tempestuoso de Tsvetaeva, que flota en numerosas páginas de la novela.
Marina le había declarado a Pasternak que jamás volvería a Rusia, convertida en la URSS ("simplemente porque ese país no existe. No sabría adónde volver. No puedo volver a una sigla, cuyo sentido no entiendo"). El mismo Pasternak en una carta de 1927 la alertaba sobre una realidad policíaca fundada sobre la delación: "¿Pero sabes qué es hoy Rusia? Oh, naturalmente, más que antes existe la constante posibilidad de encontrarse sentado a una misma mesa con un informante de la policía política, que te arroja encima la sombra de una eterna infamia para hacer pasar tu fervorosa, gran lealtad por traición".
A esa Rusia, que ya no lo era, Marina, más tarde, sería impulsada a volver en un acto de desesperada abnegación, pero, entre tanto, en los últimos tiempos de la correspondencia con Pasternak, es ella la clarividente que advertía las debilidades del escritor, la que luchaba para que él fuera cada vez más fiel a sí mismo, quien en la última carta (de marzo de 1936) le enseñaba cómo ser independiente, cómo resistir a las extorsiones ideológicas (Pasternak había sido acusado por los críticos comunistas de ser extraño a las masas), y le predijo la desventura que lo esperaba. La carta, a esa altura demasiado peligrosa, no recibió ninguna respuesta. Fue el fin de la "novela epistolar" y el presentimiento del fin de sus protagonistas. Marina, a la que Pasternak había llamado "una fuerza universal" y que lo había llevado a definir el encuentro con ella como "una felicidad de una simplicidad extrema", resultó vencedora en esa confrontación. Pero Pasternak, con El doctor Zhivago, la proseguiría llevado por la intrepidez del espíritu.
Por Vittorio Strada
Corriere della Sera
Boris a Marina / Marina a Boris
De Pasternak a Tsvetaeva
5 de octubre de 1934
Tengo el placer de decirte que trabajo en condiciones imposibles, en las cuales otro se entregaría a la bebida y enloquecería. Digo esto no para ponerme en tu mismo nivel: gano bastante y esto, en comparación contigo, me cierra la boca. Mantengo a todos los míos. Para comer, no nos falta nada, pero un departamento normal, decente, no lo tendré nunca.
Todos se sorprenden y hasta se irritan porque voy de paseo vestido como un miserable, pero no como uno que se dejó estar, sino como alguien que jamás le prestó atención a la ropa. Lo que me perjudica desde el punto de vista práctico. Aquí se ha elaborado un estilo necesario para prosperar, un lenguaje mudo que garantiza el éxito a quien lo usa, y si lo rechazas, se venga de ese rechazo. Uno no se puede limitar a lo necesario, es preciso pedir el doble: entonces te dan cuatro veces lo que pediste. Es preciso amar la radio, los gramófonos, las máquinas de escribir, los armarios americanos, los espectáculos de variedad. Hay que entenderlo.
Pero yo no tengo elección. Las circunstancias me justifican. Probablemente soy un tímido: un ambiente extraño me parece siempre mejor y superior respecto de mí (aun cuando con la razón lo desprecie, físicamente me pierdo en él). Esa es la razón por la que en las fotografías aparezco siempre con el aspecto de un idiota trastornado.
De Tsvetaeva a Pasternak
Julio de 1935
He defendido el derecho del hombre al aislamiento, no en un cuarto, por su trabajo de escritor, sino en el mundo, y no cedo en esta posición. Se me dijo: las masas, yo digo: los solteros que sufren. Si las masas tienen el derecho de autoafirmarse, ¿por qué el soltero no debería tenerlo? Tengo el derecho, ya que dispongo de una sola y breve vida, de no saber qué son los kolchoz, así como los kolchoz no saben quién soy yo. Si se quiere la igualdad, que sea. A mí me interesa todo lo que le interesaba a Pascal, y no me interesa todo aquello que no le interesaba. No tengo la culpa si soy tan franca. No me costaría nada responder, a la pregunta "¿Le interesa el futuro del pueblo?", "Oh, sí". Pero yo respondí: no, porque sinceramente no me interesa ningún futuro, que para mí es un lugar vacío (¡y amenazante!).
Siento vergüenza de defender delante de ti el derecho del hombre a la soledad porque todos aquellos que cuentan han sido solitarios, y yo entre ellos soy la menor. También yo he tenido sentimientos civiles, es decir, heroicos, el sentimiento del héroe, es decir, del fin trágico. No es mi culpa si no soporto el idilio, hacia el cual todo se mueve. Cantar los kolchoz y las fábricas es lo mismo que cantar el amor feliz. No puedo.
No entiendes nada, Boris (¡Oh, liana que has olvidado el Africa!): eres Orfeo devorado por las fieras; te devorarán, ellas. Ahora te aman todos porque no están Majakovski ni Esenin, tú ocupas un lugar ajeno. Siempre se necesita alguien a quien amar. Pero, ya amándote, ellos se ponen manos a la obra (te despedazan, te recortan a su imagen y semejanza). Las masas no pueden amarte así como tú no puedes amar a las masas porque para ti son el simún o la cosecha, un desastre natural o una obra de bien, o bien ciento sesenta millones de individuos, cada uno de los cuales es una variedad, pero dotada de alma, lo que no constituye una masa.
Para ser honesta, ¿cómo puede la masa ser juez (de tus versos y de ti)? Tú dirás que un país entero constituye una unidad. De acuerdo. Pero en cuanto se manifiesta individualmente, a través de los individuos, es decir, a través de ti o de mí. Yo soy tu juez y nadie más. Juez de tus versos, Boris, es tu conciencia.
El poeta / Marina Tsvietaieva
Al poeta lo lleva lejos la palabra.
Entre sí y no, por baches indirectos
de parábolas, signos, planetas,
hasta lanzándose desde el campanario
agarra un garfio, pues el camino del cometa
es el camino del poeta. Casuales eslabones
ése es su enlace. Mirar las estrellas
de nada sirve! en el calendario
no se pronostican los eclipses del poeta
él es el que desordena los naipes,
falsea el peso y las cuentas,
el preguntón en el pupitre,
el que a Kant para el arrastre deja.
El que en el pétreo foso de la bastillq
es como un árbol que crece en su belleza...
aquél de huellas siempre desaparecidas,
él que es el tren al que cualquiera
llega tarde,
su camino es el de los cometas.
El camino del poeta arde pero no calienta,
arranca pero no cría, estalla y se quiebra
Tu camino es el de enredadas cabelleras
no pronosticado en el calendario del poeta.
Una biografía de catástrofes
En estos años, aparecieron en inglés y francés varias biografías —entre otras, Tsvetaeva, de Viktoria Schweitzer (1992), y Marina Tsvetaeva, l'éternelle insurgée, de Henri Troyat (2001)—. Y en febrero se agregaron, en inglés, Earthly Signs (diarios moscovitas entre 1917 y 1922) y Milestones, diario en verso de 1916.
Tsvietáieva nació en Moscú en octubre de 1892, hija de un profesor y una pianista que murió cuando ella tenía 14 años. A los 18, publicó su primer libro de poesía, Album de la infancia. En 1912 se casó con Serguei Efron, perteneciente a una familia de editores. Tuvieron dos niñas y un varón, pero eso no inhibió los romances de Marina con varias artistas y con un ex oficial del Ejército Rojo. La revolución del 17 encontró a la familia en Moscú; su esposo combatió para el Ejército Blanco y ella permaneció cinco años en la capital sin poder moverse: en esos años, su hija menor, Irina, murió de inanición. En 1922, la familia emigró a Berlín y finalmente París. Su marido comenzó a trabajar para el espionaje soviético. Poco después volvieron a la URSS. El año 1939 fue un vendaval para Marina: supo que su hermana estaba en un campo de trabajos forzados; su esposo fue acusado de "trabajar para fuerzas occidentales" y ejecutado. Su hija Alya fue enviada a un campo, donde permanecería por 17 años. Desahuciada y en la miseria, en agosto de 1941 Marina se quitó la vida. Su hijo Georgy murió en combate en 1944.
En un reciente artículo de The New York Review of Books, a raíz de la edición de sus diarios, el escritor Charles Simic menciona un detalle recogido por V. Schweitzer. Al trasladarla a la morgue, el sepulturero encontró en la ropa de Marina un cuadernito de dos centímetros, con un minúsculo lápiz atado. El hombre guardó su hallazgo por 40 años, hasta que el día de su propia muerte encargó que se lo hicieran llegar a sus descendientes. En las diminutas páginas, una única palabra manuscrita: "Mordovia", el sitio del campo al que había sido enviada su hija.
Un día en "La Esperanza"
Martincho y Luciana
me tiraron pasto podrido
y después Juan me escupió
el agua verdinegra del mate
sobre la libretita y el pantalón
Esther (28 años) salió a defenderme.
¿Qué le hacen a Arturito?
No le tiren pasto a Arturito
que está escribiendo
Pero Arturito no sabe escribir.
Arturito es pasto de las llamas
de los niños
De todo podría decir él
que ha sido, que ya fue escrito
o apoyado todavía en una ciencia
que la naturaleza debería imitar
¿Echó a los niños?
Sólo les dijo: "vayan a la otra palmera
Aquí tengo que escribir".
"¿Molestamos? -dijo Luciana-. Y
agregó: "¡Tonto, vos no conocés todo
nuestro campo!"
Florecillas.
Círculos amarillos.
Los chiquitos bajo la palmera más amplia
y el dálmata sobre las manchas de luz en
copos que filtraban las lentísimas hojas
acribilladas
El gritito de Juan.
Los ojitos celestes;
la boca de viejita desdentada de Luciana.
Los niños como antídoto
después de una noche soñada
para la fatalidad del sufrimiento
¡El Campo!
Lo simple,
la gratuita espera,
el artificio remoto de un amor
que embauca la costumbre.
El paso veloz de los primatitos y
el tiempo detenido, indestructible
como el viento en los árboles
como el agua en la luz
Pasto de las llamas
De los niños.
Forzar
el ideograma de la alegría:
el cuerpo como único retrato,
único espejo, único pie de la temible
locura.
Forzar la música de los nombres que se
arrastran en la cacería de los estrechamientos
y besos y gestos del amor e innumerables
abrazos.
Forzar y destruir todo simulacro de Belleza y
atender el disimulo de estas bandadas de loros
querellando a lo lejos, en las nubes,
como ranas.
Faltaba esta maldita música country y toda la
demencia natural del atardecer: el sol obsceno
como una gorda rubicunda en el bañadero de los
patos
y las 28 jóvenes bestiales jugando al tenis
tan solas y tan tristes,
con sus 28 años de vida masculina;
con las 28 raquetas junto al caserío
del mar: es decir, del campo.
28 jóvenes y nade sale de mi deseo
28 jóvenes y ella va memorizando
en nuestro sexo mi aciago destino:
el disparate de no desear conocer
en el conocimiento con su deseo.
el sentido triturado
por las disparatadas risas de los loros;
el destino como una migración momentánea
hacia una noche acaso momentánea
con sus colores tenebrosos
sus faisanes degollados y sus cabizbajos
flamencos,
Fermín y Anita -dije anoche.
¿Cómo luciré ya para vosotros, con este
sombrerón fantasma y estos huesos porosos
con el ligero dolor del mundo: ¡bufón!
y con este bastón y esta caperuza y este
sonajero contra el rumor de una indestructible
carcajada
Es la madrugada y estoy sollozando todavía,
mordiendo la servicial almohada y
comprendiendo que ustedes no están para
saltar como monitos en nuestra cama
y yo buscando sobre la risa o red del circo
mi libretita de apuntes
con mi terco dolor en "la boca del estómago".
Pero esto es otra cosa: otro campo
donde la pesadilla apaciguada se enriquece:
malones de niños me atacan con pasto,
con yerba y agua lavada tratan de cegarme,
borronear las débiles comisuras de unos
débiles caligrafiados labios:
otro campo EL CAMPO.
con todo su escozor y todo su derroche
y toda la piratería
para los sueños del dolor:
¿ debo escribir?
O llorar, simplemente,
bajo el gentío de infantes y
toda la chatarra enigmática
de sus juguetes.
De los pelos van arrastrando unas muñecas
automáticas, con chupetes del tamaño
de un clavo para techos: si le quitan
"el clavete" las muñecas lloran con
sonidos y timbres indescriptibles: una
liebre agonizando imita con insensata
maestría el llanto de un niño.
¿Por qué no se sintetiza o pasa por
sintetizadores, para las muñecas, el llanto
de las dulcísimas liebres agonizadoras?
Oh Poeta,
el rayo de la pequeña confianza
te alimenta.
El Dolor y su Moral.
La desdicha de la antipatía.
Los ojos de una enigmática mujer
que crece en otros innumerables ojos
cada día.
La música y su sonrisa de cuartel,
sonrisa desvaneciéndose entre aplausos
y aplausos
besos y aplausos
Y el campo del Ser Humano,
el campo de su Eternidad: Tomábamos
el té y Martín dijo, como Séneca, la
vida es brebe.
Arturito asintió: tan breve,
tan dichosamente breve
tan brevísima hembra del colibrí
libando la risa de nuestra eficaz
confianza.
Oh poeta: la tormenta y la tierra
que avanza en virutas y los remolinos
a través del monte borrando el indeciso
arco iris.
Oh, confianza. Breve musiquita embustera
envuelta en la muerte.
Por vos este día sin mis hijos,
sin mi querida mujer
en la oscuridad de la piel terrosa
y perfumada
del campo nocturno
del campo de la diferencia
del campo de la repetición
Todo en un
instante
sumiyesco: "la centella entró
y los niños se aferraron a los
muslos delicados de la madre:
una pequeña y estática mujer:
una alegoría carnal de la distancia".
....................................................................................................................
está lloviendo
Martín guarda en su estuche
el arma que carga el diablo.
Las palomas se adormecen y pasa
tras la galería cerrada, Cora,
con las palomas doradas atadas
a la cintura.
Murmullo del agua.
Los juguetes enfriándose.
Las manitas de los niños
para la densidad del arco iris.
Los cuerpos de los niños veloces
ya en los bolsillos
de unas huestes marsupiales.
El poeta se encierra cómodamente
en el Fairlaine de Martín:
con la música altísima,
la refrigeración,
y hasta el perfecto anfitrión
le alcanza un trago largo
a través de la ventanilla baja.
Mamarrachea Arturito en ese navío
¿pampeano? ¿Anclado en La Esperanza?
Con sus canastas de lluvia y sombrillas
enceradas pasan las infantas empapadas;
los chiquitos ya bañados y listos
para la cena y el descanso y
la cocinera con señas silenciosas,
entre el barullo de los loros y los grillos
llama a comer
¿con una campanilla?
Esta ventanilla está empañada
No veo bien.
Arturo Carrera
Revelaciones
Lo que quiero contar es tan delicado como la propia vida. Y yo querría poder emplear la delicadeza que también guardo en mí, al lado de la grosería campesina que me salva.
De niña, y después de adolescente, fui precoz en muchas cosas. Para sentir un ambiente, por ejemplo, para aprehender la atmósfera íntima de una persona. Por otro lado, lejos de la precocidad, me encontraba en increíble atraso en relación con otras cosas importantes. Continúo por lo demás atrasada en otros terrenos. Nada puedo hacer: parece que hay en mí un lado infantil que no crece jamás.
Hasta pasados los trece años, por ejemplo, estaba atrasada en lo que los americanos llaman hechos de la vida. Esa expresión se refiere a la relación profunda de amor entre un hombre y una mujer, de la que nacen los hijos. ¿O será que yo adivinaba pero turbaba mi posibilidad de lucidez para poder, sin escandalizarme conmigo misma, seguir en inocencia arreglándome con los varones? Arreglarme a los once años de edad consistía en lavarme la cara tantas veces hasta que la piel estirada brillase. Yo me sentía lista, entonces. ¿Sería mi ignorancia un modo tonto e inconsciente de mantenerme ingenua para poder seguir, sin culpa, pensando en los varones? Creo que sí. Porque yo siempre supe de cosas que ni yo misma sé que sé.
Mis compañeras de colegio sabían todo y hasta contaban anécdotas al respecto. Yo no entendía pero fingía comprender para que ellas no me despreciasen a mí ni a mi ignorancia.
Mientras tanto, sin saber sobre la realidad, seguía por puro instinto flirteando con los varones que me agradaban, pensando en ellos. Mi instinto había precedido a mi inteligencia.
Hasta que un día, ya pasados los trece años, como si recién entonces yo me sintiera madura para recibir alguna realidad chocante, le conté a una amiga íntima mi secreto: que era ignorante y me había hecho la que sabía. Ella casi no me creyó, tan bien yo había fingido. Pero terminó sintiendo mi sinceridad y ella misma se encargó allí en la esquina de aclararme el misterio de la vida. Sólo que también ella era una niña y no supo hablar de un modo que no hiriera mi sensibilidad de ese momento. Me quedé paralizada mirándola, mezclando perplejidad, terror, indignación, inocencia mortalmente herida. Mentalmente tartamudeaba: pero ¿por qué? ¿para qué? El choque fue tan grande ---y por unos meses tan traumatizante--- que allí mismo en la esquina juré en voz alta que nunca me casaría.
Aunque meses después me olvidara del juramento y siguiera con mis pequeños noviazgos.
Después, con el transcurso del tiempo, en vez de sentirme escandalizada por el modo como una mujer y un hombre se unen, pasé a encontrar ese modo de una gran perfección. Y también de gran delicadeza. Ya entonces yo me había convertido en una muchachita alta, persuasiva, rebelde, todo mezclado con bastante salvajismo y mucha timidez.
Antes de reconciliarme con el proceso de la vida, sin embargo, sufrí mucho, lo que podría haberse evitado si un adulto responsable se hubiera encargado de contarme cómo era el amor. Ese adulto sabría cómo lidiar con un alma infantil sin martirizarla con la sorpresa, sin obligarla a tener toda sola que rehacerse para de nuevo aceptar la vida y sus misterios.
Porque lo más sorprendente es que, incluso después de saberlo todo, el misterio permaneció intacto. Por más que yo sepa que una planta brota de una flor, sigo sorprendida con los caminos secretos de la naturaleza. Y si continúo hasta hoy con pudor no es porque me parezca vergonzoso, es pudor exclusivamente femenino.
Pero juro que la vida es linda.
Clarice Lispector, Revelación de un mundo.
texto enviado por nicolás vilela: gracias nicolás.
Los objetos de la infancia
* Cajita de música.
* Una vieja (¿era la primera?) y bellísima edición de Ficciones, de Borges, que una profesora de Literatura le había regalado.
*La lectura.
* Varias fotos. Algunas: los ojos claros, achinados por el brillo de la luz; la foto del primer día de clases; fotos con desconocidos (en particular, una en la que la estrella es el niño intrusivo que está en el tobogán con Pablo). La voluntad de saber quiénes eran esos desconocidos.
Romina
* El Cine Graf
*Pelos cortados, es decir, pelos que su mamá le cortó y guardó.
*Muñecas de porcelana.
*Una frase: “La luna está grande porque la regaron” (se refería a la luna llena).
*Carta a los Reyes Magos.
*Lista de palabras con tres columnas. En la primera la palabra tal como era pronunciada por su hermana, en el medio la palabra escrita correctamente, y en la última, la palabra pronunciada por ella misma. Esto lo hacía su mamá.
*Dietario de enfermedades y registro minucioso del proceso de crecimiento de ella como bebé, hecho por su madre.
*Diario de su madre.
*Un oso marrón que, cuando se lo regalaron, tenía la misma edad que ella.
*Una bolsita con cosas que se había tragado y luego había “depositado” en el pañal.
Gerardo *Un oso: para tocarlo, había que lavarse las manos.
*Un walkie-talkie.
*Video en el que le declara el amor a su prima (no lo vimos).
*Historia del accidente. El niño atropellado en carnaval, la manutención económica, la correspondencia de las edades entre el niño y él. Los actos reflejos de la cara. El descubrimiento, durante una sesión de análisis, de la relación entre los tics y ese acontecimiento.
*El bautismo.
*Mano de porcelana fría.
Stefi
*Lo femenino: Sarah Kay, el diario íntimo, las cartas con los novios de primaria, el juego con la ropa en la mesa de corte de la madre.
*La goma para borrar errores.
*Las canciones de niños siniestras.
*Dos cuadros: Las meninas y El fusilamiento.
*El Circo de Moscú.
*El Principito. Sólo cuando estrenan la película en cine, entiende que el padre le había estado cambiando el final al cuento, para que ella no se pusiera triste.
Eva
*La media lengua, entre risas y lágrimas.
*Regalo de juguetes a los niños pobres.
*Como consecuencia de estos regalos de juguetes, no recuerda muñecos duraderos de la infancia, y colecciona obsesivamente peluches a partir de su adolescencia.
*La infancia le da tristeza, pero esto es liberador.
*Lectura de El Principito en francés.
*El patito feo.
Pedro
*La infancia en Santa Fe.
*Los juguetes que se destruyeron. Pocos juguetes memorables.
*La leche y lo suave: el borde de la funda de la almohada, mientras toma la mamadera.
*Leche con cacao: Quillá: alimento compuesto, símil Nesquik, pero más rico.
*Las cosas que hace mientras toma leche.
*La leche como premio: en unas vacaciones de invierno en Córdoba, el padre dice que el que más aguante con los pies metidos en el agua helada, puede tomar 2 leches de regalo.
*Las jirafas. Dibujamos una cada uno, con unos crayones que trajo.
*El anticosumismo familiar.
*Una canción: “Como un gorrión”, de Serrat. El padre dice que esta canción habla de él; y en el secundario lo llaman “Gorrión”. La leímos.
Érica
*Grabación de una conversación con su hermana. Cantan, hay risas satánicas y canciones infantiles que adquieren en las voces una resonancia metálica, casi de música industrial.
*Los chismes de la televisión.
*En las reuniones familiares, el padre obliga a ella y a su hermana a recitar el fragmento del Martín Fierro que dice “Los hermanos sean unidos…”; porque él, su padre, se había peleado tempranamente con sus hermanos. Amor satánico con la hermana.
*Canciones de Johnny Tolengo.
*Hablar con Papá Noel y con los Reyes Magos durante todo el año. Practicar una división del trabajo, para que cada uno trajera determinados regalos.
*Fashion Designer, el famoso diseñador de modas con crayones.