3.7.07

Julia escribe una reseña

La biografía de la poeta Marina Tsvietáieva es una historia de guerra, de vida atravesada y marcada por la guerra: vivió la Revolución Rusa y, por lo tanto, el hambre y el frío que vinieron con ella y se llevaron tempranamente a su hija menor. Luego, su marido fue enviado a luchar y fue fusilado, su familia perseguida, su otra hija recluida en un campo de concentración. Ella escapó con el único hijo que le quedó con vida y poco después se suicidó. Su vida podría ser material de una de las tantas películas que existen acerca de las penurias que sufre un sujeto durante una guerra: la persecución, el miedo, el hambre, la muerte, el dolor.

Y nada más encuentra otra manera de contarla: parte de la infancia. No sólo de la infancia de la poeta, sino de la infancia en general: el juego, los juguetes, las canciones La vida de Marina se introduce por medio de un relato infantil contado en la mesa a oyentes atentos, asombrados como chicos que escuchan un cuento mientras toman la leche. Sin embargo, el relato tiene un tinte oscuro: la historia es la misma que escribimos al comienzo: se oye el hambre de una familia mientras se come, la muerte entre juego y canto. La niña crece y la infancia deviene adultez, etapa en la que, en la vida de Marina, estalla la guerra. Allí comienzan a circular la correspondencia que configura el triángulo amoroso entre ella, Rilke y Pasternak, un triángulo de admiración, devoción, amor y dolor. Distintos fragmentos de las cartas circulan por las voces de los actores. En ningún momento se dice la palabra “Revolución”, ni la posición de Marina frente a esta que, por otra parte, nunca fue clara, ni puede deducirse en sus escritos: su lugar “fuera del presente” permite abordar su vida desde otro lado, y eso es lo que hace esta obra, tal como ella (podemos pensar) lo entendía: la Revolución la surca, la condiciona, es el presente inevitable, el rumor de fondo, pero ella es una poeta de la interioridad, la relación con su tiempo es paradójica, está allí al mismo tiempo que no está, su obra no puede entenderse sin la guerra pero tampoco explicarse por la guerra.

Y nada más es una obra hecha de fragmentos: de su correspondencia, su diario, sus poemas y de poemas y textos de otros; una mezcla entre el humor casi bizarro de dos playbacks en vivo, el llanto angustiado de la muerte, la narración infantil, el baile, el juego, la infancia, el amor; entre lo más íntimo de la vida de la poeta y lo más íntimo de la vida de los actores (que contestan preguntas privadas mirando al público y muestran sus propios juguetes intercalando anécdotas de su infancia). Esto le da su tono a la obra, que encuentra una forma nueva (más tolerable o más trágica, no me decido) de narrar la historia de una vida (de poeta) durante la guerra.

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